RECUERDA, LA OFICINA DE ANTES ERA UNA CARTA PEGADA A LA NUBE.

Cassette audio

Como la ardilla, el hombre tiende a almacenar y preservar, no avellanas, sino todo tipo de información diversa y variada.

Desde las fotos de las vacaciones de nuestro primo montado en un burro a la orilla de un lago en Auvernia hasta nuestros cuadernos de la escuela primaria, todo se almacena, se archiva, se guarda piadosamente (o no) con el fin de… muy a menudo recoger polvo.

En las empresas, tampoco lo reducimos. Y si guardar la foto del seminario de primavera de 1992 puede parecer inútil, en cambio, guardar los balances, los intercambios con los clientes y proveedores, la información de RRHH… es imperativo (incluso legal para algunos documentos).

Hoy en día todo el mundo habla de la nube, pero recuerde el primer medio de almacenamiento: todo comenzó con simples agujeros en una cinta.

Los primeros medios de almacenamiento: desde tarjetas perforadas hasta disquetes

¿Y si alguien le dijera que todo fue gracias a un francés? Respondería «cock-a-doodle-doo» y tendría razón.

Basile Bouchon tuvo la idea en 1725 de automatizar un simple telar. ¿Cómo? Haciendo agujeros en cintas de tela. Es cierto que todavía estamos lejos de nuestra nube más querida, pero aún así…

Esta idea, que por cierto puede parecer simple, inspiró a un americano (Herman Hollerith, y sí, el fundador de IBM) que en 1890 presentó una patente para una máquina capaz de leer (y por tanto explotar) los datos contenidos en los agujeros de una tarjeta.

No se necesitó más que una cinta y una tarjeta perforada para crear la primera generación de medios de almacenamiento masivo.

Aunque la cinta magnética ya existía (desde 1839), no fue hasta 1928 que se utilizó realmente como medio de almacenamiento.

En un principio (1930) se usó para grabar sonido. Fue miniaturizado, enrollado y luego integrado en cajas de plástico: este fue el comienzo de los casetes de audio y luego de video.

Una verdadera revolución, este medio de almacenamiento hizo posible por primera vez borrar y volver a grabar datos.

Medios de almacenamiento: del disquete a la nube

En 1971, cuando la informática de negocios estaba en auge con la llegada de las computadoras personales, IBM creó el primer disquete.

A lo largo de los años, el tamaño y la capacidad de almacenamiento evolucionaron desde el disquete de 5,25 pulgadas (de 360 kb de datos al principio a 1,2 Mb en 1980) hasta el disco de 3,5 pulgadas inventado por Sony en 1982 y cuya capacidad iba a evolucionar de 720 kb a 1,44 Mb.

En 1984 se publicaron los primeros CD-ROM y su uso se generalizó en el decenio de 1990. Con una capacidad de 500 a 700 Mb, permite la grabación de 80 minutos de música o una hora de vídeo pero no permite borrar y reemplazar los datos.

No fue sino hasta 1997 que los CD-RW vieron la luz, retomando la principal ventaja del disquete: la grabación de datos en el medio a voluntad (más de 1000 veces en el mismo disco).

Al mismo tiempo, alrededor de 1994, para satisfacer la creciente demanda de almacenamiento (las aplicaciones son cada vez más pesadas), aparecieron los discos Zip. Sólo un disquete Zip contiene el equivalente a 70 disquetes convencionales.

A finales de la década de 1990 se produjo la aparición de teléfonos, videocámaras y otras consolas de juegos que requerían pequeños medios de almacenamiento. Por lo tanto, la tarjeta de memoria flash nació con una capacidad de almacenamiento de 1 MB. Aunque su capacidad de almacenamiento crecía, seguía siendo excesivamente cara (en 1991, 1 GB de memoria flash costaba 45.000 dólares).

Es a partir de esta tecnología que IBM (¡y sí, otra vez!) desarrolla la llave USB: un soporte que se puede llevar a todas partes y del tamaño de un llavero. Entre sus inicios a principios de la década de 2000 y hoy en día, este pequeño medio ha evolucionado de unos pocos MB de almacenamiento a 1 TB para las llaves más caras.

En la década de 2000, Amazon decidió alquilar el espacio libre de sus servidores informáticos (infrautilizados) a particulares (¿no le recuerda eso al concepto de Choose and work?).

Y ahora, toda la esfera de la computación tiene la cabeza en las nubes.

Los datos ya no se almacenan localmente en nuestros dispositivos, sino que se envían a través de la web a servidores remotos desde donde podemos recuperarlos desde donde y cuando queramos.

El software ya no se puede comprar sino alquilar (y si, ¡la nube es buena para el negocio de las empresas de software también!).

Y con todo esto, tomará una nube de leche en su café, ¿no?

Souvenez-vous : les supports de stockage

related_post